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Límulus

Arquitectura de la memoria. La casa de El Hijo del Ahuizote

Texto de Mar Gámiz
Fotografías de Rodrigo Jardón

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A unas cuadras de Palacio Nacional, el imponente edificio desde el cual actúa el presidente de la nación mexicana, en República de Colombia #42 y en medio de la algarabía comerciante (voces, colores, calles saturadas de productos) se ha restaurado la fachada y gran parte del interior del edificio que otrora albergara la redacción de uno de los periódicos satíricos y combatientes más emblemáticos del México prerrevolucionario, El hijo del ahuizote.

El edificio que usó sus ventanas y balcones para erigirse en protesta en 1903, mirado ciento cuatro años después, en 2007, apenas revelaba al ojo entrenado su pasado orgulloso. En medio de cascajo y habiendo sido entregado como predio a los comerciantes informales bajo la promesa de que se retiraran de las calles limítrofes del Zócalo, se había despojado a su fachada de pintura y sellado las ventanas con tabiques.

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Fotografías de Diego Flores Magón

En esas condiciones lo encontraron Daniel y Diego Flores Magón, nieto y bisnieto de Enrique Flores Magón, cuyo apellido altisonante no decía nada a los actuales habitantes del inmueble, como quizá tampoco resuene en la mayoría de los mexicanos. La historia, dicen, la escriben los vencedores. Y a pesar de que desde hace mucho se ha cuestionado este dicho y se han encontrado nuevas formas de escribir y pensar la historia, ésta todavía causa insatisfacción a aquellos que, como Diego, no encuentran respuestas a las preguntas que les nacen como consecuencia de su devenir en el mundo.

Ante la visión del edificio en 2007 y con su historia a cuestas, Daniel y Diego Flores Magón deciden recuperar el inmueble, con el objetivo principal de convertirlo en el espacio que albergaría su herencia más preciada: el archivo documental de Enrique Flores Magón.

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Diego Flores Magón en la calle República de Colombia.

Archivo

Ricardo, Jesús y Enrique Flores Magón fueron tres hermanos oaxaqueños, dedicados primero a la prensa y después a la actividad política. Miembros fundadores del Partido Liberal Mexicano, en repetidas ocasiones pisaron las cárceles mexicanas bien por consolidarse como acérrimos críticos del régimen de Porfirio Díaz, bien por sus ideas tan avanzadas, que algunas incluso hoy no han encontrado espacio en la redacción de las leyes (como la regulación del servicio doméstico) o cuyas victorias han encontrado tanta resistencia, que se han revertido o matizado (los Flores Magón lucharon por la supresión de la pena de muerte).

Ricardo fue la principal pluma del periódico por ellos fundado, Regeneración, así como el más radical de los hermanos. Jesús, más moderado, participaba en las manifestaciones y escribía de vez en cuando. Enrique, a pesar de ser el menor, ostentó también una participación activa en los movimientos sociales y acompañó a Ricardo en la cárcel y el exilio, porque, después de ver cerrado Regeneración y El hijo del ahuizote como consecuencia directa de la censura, los tres hermanos cruzaron la frontera y encontraron en Estados Unidos terreno fértil entre sus paisanos migrantes para reabrir su periódico y continuar con su activismo.

En Estados Unidos, pasaron del liberalismo reformista al anarquismo revolucionario. A salto de mata entre distintas ciudades del país vecino, las venas represoras del régimen porfiriano, primero, y después del gobierno carrancista, seguían latiendo en los oídos de los Flores Magón. El encarcelamiento también fue recurrente en dicho país. Durante el tiempo vivido en el exilio, Ricardo Flores Magón adquirió notoriedad por el radicalismo y la coherencia de sus ideas. Murió en la cárcel en 1922.

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En una coincidencia afortunada, mientras se realizaba la entrevista para este artículo, a La casa de El Hijo del Ahuizote llegó el bisnieto de Francisco Serralde, quien fuera abogado de los hermanos Flores Magón.

Por su lado, en 1922 Enrique estaba recién salido de la cárcel y sujeto a un proceso de deportación, por lo que no pudo acompañar los restos de Ricardo a México. Este hecho marcó profundamente el ánimo de Enrique. En 1923 es finalmente deportado a México, un país que ya no conocía y sin dinero. A diferencia de Ricardo, Enrique sí formó una familia, por lo que de vuelta a su país se encontraba como un hombre dividido entre la necesidad de continuar el legado revolucionario de su hermano y la ardua tarea de mantener (segura) una familia.

Durante el resto de su vida se verá obligado a negociar entre lo ideológico y lo pragmático; y la solución que encontró se cristaliza en su elocuente archivo. En palabras de su bisnieto Diego, “un archivo es contranatura, las cosas se dispersan a menos que exista una resistencia”. La continuidad y la resistencia muscular deriva de una necesidad vital de Enrique de reconocimiento. Era necesario ese archivo para demostrar su vínculo, su genealogía revolucionaria.

Por otro lado, para la conservación de semejante legado es imprescindible un elemento afectivo por parte de los herederos. En este caso, el nieto Daniel fue quien rescató la colección del riesgo de que se perdiera y la resguardó en una asociación civil: el Centro Documental Flores Magón, A.C. Ahora, Diego continúa la resistencia al olvido agregando el elemento lúdico que ha dado vida a La casa de El Hijo del Ahuizote.

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Mediante la adquisición de una beca de la Universidad de Harvard, se ha podido digitalizar más o menos 70% de la colección de más de 15 mil documentos. Con la digitalización, la casa revela su origen anarquista y establece su posición frente al archivo, como lo muestra la siguiente analogía que hace Diego:

 El archivo como institución es el estado, es decir, un cuerpo coercitivo, sobre una sociedad civil que es la colección documental. Es posible el orden de los documentos sin la coerción del archivo. Lo que queremos hacer aquí es erradicar al archivo, como se puede erradicar al estado, y quedar con un orden muy superior, mucho más elástico, mucho más espontáneo, infinitamente reclasificable, que es el del repositorio.

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Diseño de Giacomo Castagnola para la exhibición in situ del archivo. La construcción corrió a cargo de LaCarpinteríaMX

La casa de El Hijo del Ahuizote

En su origen, la reconstrucción de la casa fue concebida como un proyecto cultural y académico muy estructurado, que contemplaba tres funciones primodiales. La primera, ser el Centro de Documentación Digital, en el que se reunieran las fuentes documentales dispersas sobre el magonismo. La segunda, otorgar un espacio para la comunidad transnacional de los mexicanos en ambos lados de la frontera norte, de manera que se ofreciera una residencia anual a un académico que se ocupara de los temas relacionados con el magonismo y la prensa mexicana, se hiciera uso del espacio como sala de exhibición para artistas chicanos y pochos, y se creara una red de instituciones y organizaciones aliadas en ambos lados de la frontera. La tercera, erigirse como un monumento activo de la historia de la prensa en México, ofreciendo sus salas para albergar seminarios de periodismo narrativo e investigación.

En cada una de las actividades proyectadas subyacen las oposiciones existentes entre archivo e historia y entre historia legendaria e historia cotidiana. También, se dota al archivo de su “vocación ahuizotera”, de fuente desestabilizadora de la historia oficial. Y de ahí que se haya retomado la mítica y subversiva figura del ahuizote como el emblema del lugar.

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Si bien la casa comenzó a restaurarse con dichos objetivos en mente, el hecho de haber “aterrizado” en la calle República de Colombia, en un predio previamente otorgado a un grupo de comerciantes, supuso retos políticos y de convivencia inesperados. Entre ellos, que el líder del grupo tomara el proyecto como rehén para conseguir interlocución con las autoridades.

Como resultado de esas pláticas entre tres intereses distintos (los del líder, los de las autoridades y los del reciente equipo que trabaja en la casa) se llegó a un acuerdo de convivencia y se sumaron a las actividades iniciales del proyecto las necesarias de vinculación comunitaria.

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Azotea de La casa de El Hijo del Ahuizote

Vinculación comunitaria

La organización sin fines de lucro que se gestaba en la primera crujía del predio situado en República de Colombia #42 convivía diariamente con los comerciantes situados en el patio interior del lugar.

Dicha convivencia no habría sido posible sin la existencia y el interés en el proyecto de Génesis Rojas Flores. Hija de comerciantes ambulantes, primero migrantes, Génesis aprendió desde muy niña a “torear” (estar alerta de la llegada de los policías para advertir a los comerciantes y levantar en segundos sus puestos), vocear y tratar con los proveedores. Sus abuelos eran artesanos, que también recorrían las calles del centro con el objetivo de colocar su mercancía.

Le tocó vivir el reordenamiento de 2007, cuando se dispersó del centro a los comerciantes, por buenas o malas formas. Por ejemplo, recuerda cómo se incendió voluntariamente un predio en República de Argentina  para sacar a sus habitantes, que además habían llegado allí reacomodados después del temblor de 1985. Recuerda también a su madre vendiendo en la esquina de República de Colombia y Argentina.

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Diego, Génesis y Hugo, el historiador a cargo del archivo.

Como testigo de estos cambios sociales en el centro, Génesis decidió estudiar Antroplogía. Y en esas estaba, cuando una tarde, mientras acompañaba a su mamá en el puesto, vio que dos hombres que no eran de ahí llegaban a hacer preguntas sobre el predio #42. Eran Daniel y Diego, a quienes ella, de 19 años y habiendo escuchado que ellos decían que por allí habían pasado los hermanos Flores Magón, se acercó con el interés de trabajar con ellos.

Naturalmente, se convirtió en la informante clave. El tiempo pasó y el proyecto iba creciendo, al mismo tiempo que Génesis avanzaba en su carrera, la cual terminaría con una tesis sobre la historia de la calle. Con esto y su experiencia, Génesis le dio a Diego las claves para intervenir en la comunidad.

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En la imagen se muestra el «Ahuizote ambulante», estructura móvil con la que han salido a vocear y que ahora sirve al proyecto «#Yamecansé #poresopropongo».

Una de ellas fueron los niños. Ella sabía que los hijos de comerciantes hacen su tarea en el puesto, con la ayuda de sus padres y colegas. Veía una enorme ironía en el hecho de que los niños y adolescentes que trabajan en los puestos de sus padres en el centro estuvieran tan lejos del capital cultural que ofrece este espacio de la ciudad. Para Génesis, esto era consecuencia de muchos factores, entre los que se encontraban la ideología mercantil de sus familiares, en la que la cultura se considera inútil, y la falta de puentes significativos con los que se involucrara a las personas con las actividades culturales.

Ya completamente comprometida con el proyecto y con las ganas de encontrar los espacios de convivencia, su primera idea fue dar talleres a los niños que vivían o trabajaban en República de Colombia y calles aledañas. Con ello fomentó la reciprocidad, pues ya no había forma de que los padres de los niños no se pasaran por la casa.

Sin embargo, seguía siendo difícil. En las vecindades más marginadas por más violentas e incluso cerradas entre ellos, en Semana Santa se adueñaban de la calle para hacer la quema del Judas, sin permitir el acceso a nadie externo. Génesis pensó cuál sería la mejor manera de integrarse, se acercó y la primera propuesta vino de ellos, pero consistió en pedirle dinero para la celebración, a lo que ella se negó, pues esa relación no le atraía. Y se le ocurrió lo mejor: dar un taller a los hijos de esas vecindades para que hicieran sus propios “hijos del Judas” para quemarlos el día de semana santa, propuesta que recibieron con buen humor y con la que se les abrieron las puertas de las vecindades. Se generó una red de alianza y de vigilancia comunitaria.

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Además, Génesis le apuesta a los talleres de redacción e impresión con los niños. Lleva el archivo a la calle, al tiempo que va construyendo entre los habitantes y vecinos el valor de la palabra escrita y su difusión. Para Génesis, la casa es un hogar que busca hacer crecer al hijo, el proyecto cultural, para que socialice y crezca.

Finalmente, La casa de El Hijo del Ahuizote se inauguró en 2013 con la siguiente consigna:

“Por medio de sus programas de Acervos históricos y contemporáneos, Museo, Vinculación Binacional y Comunitaria, y del Ahuizote ambulante, la casa se propone facilitar el contacto con las fuentes de archivo, y establecer relaciones constructivas con su comunidad, en el nororiente del Centro Histórico de la ciudad de México.”

Con todas las dificultades que ha implicado su reconstrucción, la casa apuesta a la memoria y a la acción cotidiana para seguir adelante. Es el resultado de una serie de esfuerzos individuales y colectivos que, después de once años, comienzan a consolidar la nueva imagen de El Hijo del Ahuizote, del predio #42 y del archivo-repositorio de Enrique Flores Magón.

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