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Límulus

ARTE, CIENCIA Y ANIMALES EXTRAÑOS Extracto del libro Faunologías

Texto por Andrés Cota Hiriart
Ilustraciones de Ana J. Bellido

Crecí leyendo a Darwin, Wallace y Humboldt, soñando despierto con sus expediciones a parajes indómitos. El mundo era otro en aquel entonces, la geografía aún estaba tapizada por vegetación prístina, vastos terrenos por explorar y bestias que descubrir; ecosistemas nunca antes perturbados por el paso del hombre occidental. Tortugas gigantes, aves del paraíso, rinocerontes pigmeos; enigmas vivientes que servirían como cimientos para trazar las bases de la evolución. En gran parte, gracias a las narraciones de estos tres naturalistas, es que decidí estudiar biología; pero también, a razón de sus textos, es que después me incliné por dedicarme a las letras. Sí, el mundo era otro en aquella época, los científicos además solían ser escritores notables.

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Desde entonces se han registrado dos debacles atroces: la devastación masiva del entorno silvestre y la creciente fisura entre ciencias y artes. Ambas contra las cuales considero que resulta fundamental dar pelea. Por supuesto que no me aventuraría a equiparar mis cualidades con los dotes de los genios mencionados, sin embargo, sí me gustaría rescatar su manera de abordar las posibilidades de la zoología. Observar el ambiente, y a los organismos que lo habitan, con el mismo asombro que imperaba en el siglo XIX, pero contando con información actual. Faunologías, aproximaciones literarias al estudio de los animales inusuales, es mi primer intento serio por conjuntar mis dos pasiones: la biología y las letras. Incluyo un breve extracto del libro en cuestión, publicado por la editorial “Festina” e ilustrado por Ana J. Bellido, a ver si consigue despertar su interés.

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Prefacio

Comencemos por declarar un punto quizás un tanto evidente: la naturaleza es demasiado extensa para abarcarla por completo. En sus manos unos cuantos ingredientes primordiales se transforman en un vasto abanico de organismos. Desde los microscópicos como la amiba amorfa, cuya constitución se limita a una sola célula, hasta los cetáceos colosales con sus más de doscientas toneladas de tejidos. Seres de variedad tal que ni siquiera Funes el Memorioso podría nombrarlos en su totalidad.

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Química orgánica confeccionada con creatividad pasmosa. Presiones selectivas superadas de modos insospechados. Imaginación sin intención, fin o voluntad alguna, pero aun así prodigiosa en lo que a pluralidad de anatomías se refiere. Es el sueño del inventor de juguetes y el delirio del miniaturista. Biodiversidad en todas sus posibilidades. De la efímera levadura, al gran árbol del Tule. Del temible cisticerco, al glorioso tigre de Bengala. Setas, musgos, peces ciegos. Arañas marinas, bacterias anaeróbias, serpientes voladoras y helechos arborescentes. Los intrincados caminos evolutivos conducen en ocasiones, al menos bajo la lupa de unos cuantos modestos homínididos, a resultados descabellados. Ciclos de vida casi dementes. La selección natural favorece mutaciones que dan pie a entes singulares cuya existencia misma parece desafiar el mecanismo biológico de prueba y error. Individuos que encarnan en sí mismos la idea de que la realidad supera la ficción.

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La labor enciclopédica se nos da bien a los humanos. Nuestra ansia por dar sentido a los fenómenos orgánicos que imperan en la floresta nos empuja a dividir, agrupar y elaborar listados taxonómicos. Clasificaciones y filogenias que pretenden conceptualizar la inagotable inventiva silvestre. Son intentos, quizás algo ambiciosos, de comprender el mundo que nos rodea. No queremos figurar únicamente como testigos sino descubrir sus engranajes; revelar el instructivo y dilucidar aquellos principios unificadores que sean válidos para el grueso de la muestra, y así promulgarlos como leyes.

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No obstante, siempre habrá algunos cuantos ejemplares que pongan en jaque las conjeturas a las que hemos llegado. Especímenes que retan a la cordura a un duelo de probabilidades. Metazoarios de aspecto y hábitos insólitos. La zoología fantástica de Borges puesta de cabeza. Un bestiario de los animales reales que podrían ser inventados.

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El catálogo es amplio y opera en función de qué tanto se sepa sobre el tema. Para el naturalista versado quizás la enigmática medusa inmortal —Turritopsis nutricola, único ser vivo conocido que goza de la capacidad de revertir el reloj biológico y, una vez alcanzada la etapa adulta, retornar a una versión más joven de sí misma— no resulte tan sorpresiva. Como probablemente tampoco lo sean para él los osos de agua con su tremenda resistencia física y azorante posibilidad de sobrevivir en el espacio estelar. Podría ser incluso que la esquiva sanguijuela del Borneo, de siete ojos, le sea también familiar. Pero imaginemos por un momento que no conociéramos al celacanto, a la salamandra gigante del Japón o al cefalópodo Nautilus, y entonces sus dotes fisiológicos los tornan en organismos prácticamente imposibles de concebir. Este breve tratado va dirigido a todos aquéllos que gustan de tales rarezas de la fauna.

 

 

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