Powerpaola Dibujos nómadas y autobiografía ficticia
Texto de Abril Castillo Cabrera
La realidad puede ser vencida con suficiente imaginación.
— Mark Twain
Dicen que uno debe escribir de lo que sabe. Quizá lo más fácil entonces sería escribir de uno mismo, de su propia historia; pero no necesariamente alguien se conoce bien (o le interesa conocerse). Powerpaola durante años ha hecho el ejercicio de tratar de reconstruir sus orígenes, su cotidianidad y su relación con otras personas. Aunque parten de un punto de vista particular y único, sus autobiografías tocan temas universales y consiguen conectar con un lector que no necesariamente es (sólo) ella, como puede ocurrir con un diario personal; ni son los suyos, si fueran cartas a sus seres queridos. Las tiras de Powerpaola suelen ser autobiográficas y dan muestra de que al final este género es también un tipo de ficción.
Hace un año la conocí en persona en Xalapa. Durante el viaje hice varias notas que guardo en desorden en mi celular. Powerpaola estaba invitada al Hay Festival, junto con Alberto Montt, Ray Loriga y Salman Rushdie, entre otros. En su conferencia, Rushdie dijo:
Un día estarán lo suficientemente viejos para leer cuentos de hadas otra vez. Los libros son parte de nosotros. Nos cambian. ¿Cuáles son los libros que aman en este preciso momento? La respuesta es en gran medida quiénes son ustedes ahora. ¿Y qué se lee hoy? Vivimos en una época donde son más preciados los libros de no-ficción. Incluso la ficción transita hacia la no-ficción.
Los libros que alguna vez leímos no nos dicen lo mismo años después. Cada experiencia se construye desde la obra y nuestro ser presente. Hay libros que enganchan o que no se digieren y luego regresan en el momento ideal. Rushdie a continuación leyó “La tierra del contento perdido” de A. E. Housman:
Hacia el interior de mi corazón, un aire que mata
llega desde aquel lejano país que sopla:
¿Qué son aquellas montañas azules del recuerdo?
¿Qué capiteles, qué granjas son ésas?
Ésa es la tierra del contento perdido
La distingo llana y brillante
Veo las felices carreteras
a donde fui
y ya no puedo volver.
En cada acto de lectura subyace la búsqueda de una sensación encontrada antes (excepto la primera vez). Los procesos creativos también invocan una sensación de paz interna y un flujo sin consciencia de la técnica a la mano y de ésta al soporte. Un discurso que llegue al lector en un encuentro de ese momento preciso anhelado, tanto en la lectura como en cualquier forma de arte. Estamos hechos de los libros que hemos leído. Lo mismo en lo que leemos que en lo que escribimos los límites entre ficción y no-ficción se diluyen.

Powerpaola escribe autobiografías (“no-ficción”) y confiesa su dificultad para escribir historias que no sean las suyas (“ficción”). Con todo, ha tomado la decisión de hablar de su vida y ponerla en orden para narrarla en forma de novela gráfica. Ese ejercicio provee de un distanciamiento que parecería volverla ajena a ella misma. Pasa lo mismo cuando uno se acuesta en un diván por primera vez y ante el silencio del psicoanalista comienza a tejer un relato; se trata de poner en orden situaciones, personajes y sentimientos que vuelan como luciérnagas desamparadas que metemos en un frasco. Algunas brillan y otras no. Algunas mueren y otras sobreviven. Así son los recuerdos que tenemos, esa materia de la que nos hacemos y recreamos. Algunas partes de nuestra infancia llegan a nuestra vida adulta y otras son liberadas para siempre. Unas de pronto regresan y bien nos reconfortan o nos destruyen. Pero todas nos conforman: las personas con las que estuvimos y con las que estamos, las pérdidas y los nuevos encuentros, los lugares tangibles y los imaginarios, lo que leemos y lo que escribimos.
Su trabajo inicialmente plantado desde la no-ficción pronto se vio zurcido con las imágenes de su madre antes de que ella naciera o al dibujar un escenario que Paola nunca habitó; todo eso es imaginación que construye una descripción objetiva de un recuerdo que no tiene. En su primer libro, Virus tropical, recreó la génesis de su propia vida y seleccionó a los personajes y los lugares. Quizá en el camino contestó varios porqués sobre sí misma, pero esta podría ser sólo una de las mil razones por las que en general un artista se vuelca a hacer algo. El resultado no es ninguna verdad, sino una atmósfera a la que podemos acceder, un relato con un principio y un cierre, una reelaboración de su vida y un puente que tiende con la vida de los demás que la leemos.

Hay varios aspectos de su obra que me llaman la atención. Uno inevitable es la autobiografía, pero otro que me resuena es lo femenino y el papel de la mujer en el arte. Este tema es transversal y se lo oí por primera vez en su conferencia en el Hay Festival de Xalapa: “Primero hablamos de nosotras, de nuestra vida cotidiana, de nuestro pasado. Las nuevas generaciones hablan de la guerra, del mundo, de lo que también hablan los hombres”. En su libro qp Powerpaola habla con Quique también brevemente de este tema:

De acuerdo con Powerpaola, al principio había una separación de ser mujer en el arte, pero ya no. Cuando empezó a interesarse por el cómic, descubrió a las historietistas y por un tiempo sólo quiso leer sus historias. Tal vez porque hablaban desde un lugar que le interesaba y porque ella quería también hablar así. Entre sus influencias están: Julie Doucet (My NY Diary), Aline Kominsky (Twisted sisters), Debby Drescler (Daddy’s Girl) y Julia Wertz a quien conoció por Flickr.
Asimismo, escuchar su conferencia en Xalapa me recordó a un libro que acababa de leer: Memorias por correspondencia de Emma Reyes. Me lo había regalado Camilo Otero, un amigo colombiano que dirige la Fundación Arte Vivo Otero Herrera y que había publicado en coedición con Laguna Libros esta serie de cartas donde la pintora colombiana narra su infancia. La nitidez de la memoria y la sinceridad autobiográfica me recordaron en ese momento el Virus tropical. Además de que Powerpaola es en parte colombiana.
Una vez trató de hacer el ejercicio del reto de Angouleme 24×24, donde dibujantes se reúnen durante todo un día para ilustrar 24 páginas de un cómic en 24 horas. Intentó llevarlo a cabo sola pero no pudo, se quedó dormida. Luego lo hizo con cuatro amigos en Bogotá y el resultado fue una tira que aparece en su último libro Todo va a estar bien.
Cuando empezó a hacer cómic copiaba. Lo primero que copió fue un manga que además venía en japonés. Así que le tocó poner otros diálogos, en realidad inventarlos. Su primera novela gráfica fue el famoso Virus tropical. Allí, para no hablar de sí misma ni narrar desde la primera persona, generó una serie de temas que trazaran la trayectoria desde su gestación hasta el momento en que todos los miembros de su familia nuclear se van por caminos separados. Esto ocurre a lo largo de los tres volúmenes del Virus, donde los capítulos se dividen en: la familia, la religión, las mujeres, el dinero, las despedidas, los amigos, la adolescencia, la identidad, el trabajo, el amor y el adiós.
Después de muchos años y varias novelas gráficas publicadas, a la fecha no le es posible vivir de sus regalías: “Hay que hacer un montón de cosas para poder pagar la renta”. Las regalías que le llegan dos veces al año a veces sólo cubren un mes de renta. El resto es hacer muchos dibujos para aquí y allá. Mucha gente termina dejando la historieta por eso: es mucho trabajo por poca paga.

En sus libros, Powerpaola ha cambiado paulatinamente la manera de contar. En el Diario, por ejemplo, se narran historias o momentos sueltos. Si el Virus tenía la intención concreta de transitar desde su nacimiento hasta cuando todos se separan, los puntos de partida de sus nuevos libros vienen de temas aún ligados con su vida, pero el espacio donde los encuentra es muchas veces la terapia. De ahí han surgido tópicos como la madre o las bicis. De a poco, toma notas mentales y lleva el tema consigo todo el tiempo; cada día se construye un grano más de un proyecto. Aunque luego vienen avalanchas. Por ejemplo, cuando su padre murió, todo se precipitó. Desarrolló Todo va a estar bien, su último libro, sin tiempo ni un afán tan severo con la forma y la organización. Éste tiene una estructura diferente, quizá porque lo hizo con más calma. Trata de personas que han marcado su vida, sin importar si las conoció un fin de semana o por décadas. El final es un diálogo con su papá, que murió hace cuatro años.
Al hacer este tipo de ejercicios se da una catarsis pero también un reordenamiento interno. De ahí la adaptación también de la propia vida, a través de sus recuerdos, para hacerlos dibujo y narración. Y muchas veces la vida la regresa a ese Virus primigenio, que ahora adaptan para un largometraje animado: “El Virus ha tenido muchas vidas: desde que era una tira como ejercicio de hacer cómic, hasta ahora que no sé concretamente en qué va a parar”.
En mayo de este año, Powerpaola trabajó en Colombia por varias semanas en las oficinas de Timbo Estudio. En Bogotá la vida empieza a las 7 am, cuando en Buenos Aires la ciudad despierta a las 9. Vivió como oficinista, yendo a trabajar diario en el desarrollo de un inventario de todos los objetos, lugares y personas de su vida. El largometraje de Virus tropical verá la luz en 2016. La distancia creada al hacer una película sobre su vida vuelve más latente cómo incluso la autobiografía no es ya un género necesariamente de no-ficción.
Trabajar en equipo le gusta tanto como trabajar sola. Estar en su propio espacio tanto como en un lugar nuevo. Desde sus vivencias explora temas universales donde también puedan meter mano otros creativos, como el caso de un editor en los libros, quizá, pero más en el caso de la película. El director, por ejemplo, no ha querido conocer a su mamá. Dice que es mejor así. Se entiende que no es la misma persona.
Además de recuerdos, Powerpaola no colecciona nada porque es nómada. Nació en Ecuador pero sus padres son colombianos, vivió en Colombia desde la adolescencia, luego se hizo ciudadana del mundo; actualmente vive en Buenos Aires. A veces sueña con que le gustaría coleccionar más cosas, pero cada que tiene que irse de un lugar, debe dejarlo todo, regalarlo y llevarse lo menos posible. Así desde niña, cuando dejó Quito, Cali, Medellín, ese mal sabor o temor de llegar y que nadie te conociera, de ser la que habla raro, se fue convirtiendo en un gusto: “Me da miedo estar con alguien, pero me da miedo estar sola. Estar en mi casa o salirme. Estancarme o viajar. Entonces me quedo pasmada, como encerrada en un cuarto. O parada frente a una bifurcación. Podría quedarme en ese limbo y no moverme jamás”.
Por miedo ha dejado de hacer cosas, pero también ha hecho muchas que la han llevado a lugares que no se imaginaba. Trata de fluir con la vida. Cuando fue a Francia a estudiar, en la lista sólo habían puesto su segundo nombre, Andrea, y le gustó ser Andrea en ese nuevo país. Si en su vida normal ella no puede de la nada decirle a la gente que conoce que ya no le digan más “Paola” y que la llamen “Andrea”, ante esa situación era posible ser alguien más y ser ella misma. “Deseo y temor van de la mano”, dice su psicoanalista, y ése es un lugar privilegiado donde ha encontrado nuevas cosas.
En este sentido, no sigue siempre el mismo proceso creativo, no necesariamente tiene un método y más bien suele improvisar. Hay una idea base y lo demás se va sumando poco a poco. La concentración es clave y también algunos rituales. Cada proyecto exige su propio recorrido. El lugar cómodo le molesta en el trabajo. Cuando hacía pintura y comenzaba a venderla, llegó un momento en que quiso hacer cosas nuevas y no quería seguir pintando lo que funcionaba sólo porque se vendiera: “Crear es una necesidad vital, no económica. Hay que materializar las cosas para entender. Dibujar es lidiar con el vacío”; algunos usan el FB o fumar todo el día para no sentir ese vacío, ella dibuja.
Le resulta primordial no encasillarse y luego encontrar ese no-lugar: la vida y la profesión están en un limbo constante, y siempre tiene que volver a encontrar y ocupar ese espacio. De ahí que el deseo y el miedo vayan de la mano. Para empezar un nuevo proyecto le sirve el psicoanálisis. Ahí cuestiona la vida y puede comenzar una investigación para no caer en lo mismo. Le interesa el tema de la madre y últimamente le llama la atención Louise Bourgeois y sus arañas.
Si pasa mucho tiempo en casa, luego se tarda de más preparando el almuerzo, limpiando, haciendo otra cosa en vez de dibujar. Desde 2007 conforma “Las Piñas” con sus amigas Juana Neumann, Muriel Bellini, Sofía Álvarez y Adriana Lozano. En realidad se juntan a platicar (pero se ponen a dibujar para no sentirse mal). Pueden pasar cinco horas dibujando, cada quien cosas diferentes, proyectos aparte y se frecuentan en Buenos Aires por lo menos una vez al mes. Siempre quiere cambiar la forma de hacer y busca otras maneras.

Ahora prepara nuevas narraciones pero, aunque los referentes son los mismos, quiere hacer a los personajes como animales. A veces quiere salir de la estructura rígida del comic. De ahí vino otra influencia importante: la artista sueca Anna Sommer, quien hace historietas sin viñetas, sin división. Toda la historia es narrada en la misma página: desde que la protagonista se despierta hasta que se va a un bar y conoce a alguien y se duerme. Hay algunas partes de qp que son así.
Me gusta que en qp los recuerdos sean sumados y que el resultado sea un adiós consensuado. qp es su cuarta novela gráfica y fue escrita en parte a cuatro manos. Aunque el nombre del libro son sus iniciales (Quique y Paola), me gusta que juntas las letras formen una especie de tijeras, así como el sonido de la palabra y la evocación de algo roto (en francés coupé que quiere decir “cortar”). Quizá no es casual que este libro se llame así, aunque no haya sido la intención inicial. Al final, qp es el libro de una relación y sobre todo de un adiós amoroso, de un final que no necesariamente se anunciaba y una ruptura con helado de chocolate.

Los helados de chocolate de Paola y su vida nómada muestran cómo todo al final es una transición, una transformación, un viaje, una bifurcación. Admiro su sinceridad para decir qué le da miedo. Me gustan sus cuadernos y que lo cotidiano dé como resultado el arte tan característico suyo y que, pese a lo que se cree del dibujo, en este caso su obra no vaya dirigida a niños ni éstos le causen mucha emoción.
Me gusta pensar en los súper poderes de Powerpaola como los de Batman. No tiene características sobrenaturales en realidad, sólo es un ser humano al límite que tiene herramientas y técnica que usa con maestría. Además es valiente y sincera. La creación de Powerpaola parte de lo personal pero hay un desprendimiento de su propia materia; sus recuerdos sobre su vida son ahora la lectura de muchos. Una suma de verdades dibujadas sigue siendo subjetiva porque al final se trata de un recuerdo que vence a capa y espada la realidad. De momento, parece que la imaginación va ganando la batalla.
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